Ceremonia secreta

 





La señorita Leonides no podía sentarse en el cuarto de baño sin contar los azulejos de la pared. En la cocina solfeaba furiosamente con los ocho vidrios de una ventana.Mientras caminaba por la calle iba agrupando los mosaicos en cruces, en estrellas, en grandes figuras poligonales. A veces el dibujo era tan complicado que tenía que dejar de caminar para terminarlo. Y entonces había que verla, de pie en medio del río de Y entonces había que verla, de pie en medio del río de peatones, paseando por el suelo un arabesco de miradas que excitaba la curiosidad de todo el mundo).

Pero aquella mañana la señorita Leonides no estaba para juegos. 







La muchacha lloraba. Lloraba silenciosamente, sin un gesto, sin un movimiento. Lloraba con las manos en los bolsillos. Encogida en su asiento, lloraba. Lloraba y miraba a la señorita Leonides. Miraba a la señorita Leonides y amargamente le reprochaba no cumplir con el pacto. ¿Con el pacto? ¿Con qué pacto? La señorita Leonides perdió la cabeza.

Bruscamente se puso de pie, pasó por delante y por encima de la joven, literalmente la aplastó, sintió bajo sus pies los pies de la otra, le pareció que la muchacha ntentaba detenerla, que murmuraba algo, pero ella no debía escucharla, porque si la escuchaba estaría perdida, perdida para siempre. Corrió por el pasillo, chocó con un pasajero, le gritó al conductor que detuviese el tranvía, cuando el tranvía llegó a laesquina se arrojó del pacífico vehículo como de un edificio en llamas, trastabilló, estuvo a punto de caer, se alejó por la calle a todo lo que se lo permitían las piernasNi una sola vez se volvió a mirar hacia atrás.

Estaba en San Martín. Desde San Martín y Córdoba oyó las campanas del Santísimo Sacramento. La iglesia la acogió como siempre la recibían todas las iglesias: como el asilo secreto que la ponía a salvo de los infinitos males de este mundo.





Después, todo sucedió como en el juego de la oca loca, en el que una ficha avanza lentamente, caprichosamente, deslizándose aquí, deteniéndose allá, por un camino zigzagueante dibujado sobre un cartón multicolor, y otra ficha, más atrás, la sigue, marchando ella también a intervalos, hasta que de súbito, y cuando el azar lo dispone, la segunda ficha alcanza a la primera y entonces las dos, la perseguida y la perseguidora, saltan fuera del camino y van a encerrarse juntas en un escaque como en una fortaleza.




Marco Denevi

Ceremonia secreta

Buenos Aires, Editorial Corregidor, 1987.


"¿Qué condiciones debe reunir una novela para atraer al lector?", le preguntó a Denevi una vez María Esther Vázquez. "Que la lectura sea una felicidad", le contestó.




Coleccionistas de Palabras 

Ceremonia secreta

Fotos / Agustín Francis / AP , enero 2021.



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