María / Mónica Tempesti

 


Lo que les narraré le pudo haber pasado a Silvana, Iris o Sara; pero le pasó a Gabriela di Biase. 

Sus padres eran italianos, corría 1889 y la primera inmigración italiana partía desde Genova hacia América en busca de un destino mejor. 
Nunzio, el padre de Gabriela, había nacido en el pueblito de Pistoia, plena Toscana y la madre era oriundo de Abruzzo,  un pueblo costero al Mar Adriático. Ella estaba acompañada por su tía cuyo único objetivo era cuidarla.
Partieron con poco equipaje y mucho dolor por dejar atrás a sus respectivas familias. Nunzio y Maria se enamoraron en el barco, siempre bajo la atenta mirada de la tía. Ellos tendrían casi 20 años. Llegaron al puerto de Buenos Aires, sin tener idea del idioma, pero fueron aprendiendo rápido. Se casaron en una capilla cerca del puerto. Nunzio tenía buena mano y empezó a trabajar como albañil y ella como costurera. Ambos habían conseguido trabajo rápido y se fueron a vivir a una pensión en La Boca donde había muchos italianos. Se levantaban temprano  y tomaban café  juntos a las 6  y partían a sus lugares de trabajo. La tía de Maria, Angela, había conseguido trabajo en una casa de familia muy acomodada y tenía su habitación ahí.
En la pensión todos se ayudaban para poder aprender el idioma. 
Pasó un año y tuvieron su primer hijo: Salvatore. En el Registro civil lo anotaron Salvador. Después tuvieron tres hijos más:un varón y dos niñas; Mario, Martina y Gabriela respectivamente. 
La habitación ya les quedaba muy chica y se mudaron a una casa tipo chorizo. Una habitación para el matrimonio y la otra para los hijos. Salvador, el mayor dormía en el comedor. Al poco tiempo, él también empezó a trabajar en una imprenta y andaba noviando con una chica del barrio. 
Gabriela era la preferida del padre, se parecía mucho a él, el mismo color azul en los ojos que en Gabriela contrastaba con su cabello moreno y largo.Las niñas ya habían empezado la escuela y todo iba bastante bien. Hasta que ocurrió la desgracia. Nunzio tuvo un ataque cardíaco mientras trabajaba. Gabriela estaba en un estado de shock, vomitando a cada rato hasta que no había nada en su cuerpo, sólo dolor. Lo velaron y después lo llevaron a Chacarita. Las noches siguientes nadie pudo dormir por el llanto de la viuda. Su tía le llevó de la casa donde trabajaba vestidos negros para que guardara luto.
Pasado el tiempo, María se compuso y empezó a animar a sus hijos para que siguieran adelante. Salvador se casó y alquiló una casa un poco más grande,  había que hacer muchos arreglos . María y sus hijas dormían en una misma habitación y siempre Maria discutía con su hija Martina, no se llevaban para nada bien. Con Salvador nunca les faltó comida ,pronto su mujer se embarazó y Maria y las chicas volvieron a la pensión  a ocupar un cuarto.
Al pasar algunos años, Gabriela ya se había desarrollado. Era delgada, tenía los pechos grandes y todas las miradas de los hombres iban a parar ahí, para desgracia y vergüenza.
María había terminado su luto y el almacenero de la esquina, un gallego de nombre Manuel se fijó en ella. Era tosco, antipático pero a María le caía bien, él era viudo también y a los 6 meses se casaron.Las chicas no estaban de acuerdo y Martina le ponía mala cara a los dos. 
Se fueron a vivir a su casa; era amplia, las habitaciones  estaban separadas por el jardín de invierno. Martina decía, menos mal, así no escuchamos los ronquidos del bruto ese. María trabajaba con el gallego y éste  le había puesto el ojo a Gabriela, la miraba con deseo y le fascinaba su busto. Una tarde fortuita quedaron solos el gallego y Gabriela, ella estaba leyendo, él le arrancó el libro y puso su mano en la boca de ella. Sintió su manoseo y de golpe, un dolor insoportable. La respiración del gallego era profunda y parecía de búfalo. Luego la soltó y le dijo que si hablaba le iba a cortar el cuello a su madre y que pusiera todo en orden. La sábana estaba con sangre y olor feo, ese mismo olor que sentía en su cuerpo. Se  bañó llorando y sufriendo un dolor agudo difícil de soportar.
Los ataques ocurrían todas las semanas. Lo peor era no poder hablar con nadie. Se quedaba rezando tardes enteras.
Un día Gabriela le dijo a su hermana:
-¿Me llevás a cortarme el pelo?
-¿Estás loca, vos?Si lo tenés hermoso,  ¿qué te pasa Gaby?
-Nada, no, nada.
Se le llenaron los ojos de lágrimas. 
-Somos hermanas, me tenés que contar todo.
-No puedo, mataría a mamá. 
-Quién?
Explotó en llanto y le contó.
Martina se agarraba la cabeza,l loraba, abrazaba a Gabriela y pateaba cosas
-Hoy le decimos a mamá, las dos.
-No, no.
-No va a pasar nada, le vamos a contar todo.
En ese momento, entró la madre.
-¿Qué pasa chicas?
Martina no pudo contenerse. Fue un baldazo de agua fría. 
-Mentira él sería incapaz, está mintiendo ésta. 
-No, no miente, no dijo nada porque él amenazó con matarte.
La madre se río. 
-Vamos chicas déjenme de molestar  con estupideces. 
-Pero, no ves cómo está,  ¿te parece que tiene cara de felicidad?
María se enfureció. 
-Bueno, si tienen quejas sobre Manuel que les da de comer, váyanse de acá, no me importa donde. 
-No lo querés creer,vieja tonta?

Ligó una cachetada.
-Vas a ver que le va a pasar a ese degenerado. 
Voló otra cachetada. 
-Fuera de aquí las dos.
Agarraron las valijas y pusieron sus cosas. Fueron a la casa de la tía. Al escuchar todo lo que Martina le dijo, se indignó. Les dio lugar en su casa y fue a ver a María llena de odio.
Ella ya estaba con su esposo.
-Así que echaste a tus hijas? ¿Y elegís al violador éste?
-Él no hizo nada, es el invento de una adolescente. 
-Qué ciega estás y salió  pegando un portazo.
Esa noche hubo alguien que no durmió. 
María se levantó temprano, hizo café.  El gallego roncaba.
Ella pensaba, ¿y si fuera verdad?No puede ser....pero Gaby, está muy delgada y demacrada. 
La duda había entrado en la cabeza de María. 
En la casa de la tía, Gabriela tuvo una pesadilla y se despertó gritando y con angustia. 
Martina se levantó enseguida y le preparó un té. 
-Tranquila Gaby, tomá esto, te va a hacer bien.
La tía llamó a Martina y le dijo:
-Tenemos que hablar con tus hermanos, esto no puede quedar impune. 
Martina asintió. 
Al otro día llevaron a Gaby al colegio y ellas fueron a ver a Salvador y Mario, les contaron todo.

-No se preocupen vamos con dos muchachos más, uno es policía. Lo vigilamos y en cuanto tengamos la posibilidad,  lo hacemos. 

Pasaron un par de días, el gallego cerró el almacén más tarde de lo habitual. Salió solo y al dar la vuelta manzana, lo esperaban los cuatro. Le dieron una terrible paliza que lo dejó con un hilo de vida. 
María estaba preocupada porque su marido no llegaba, una vecina le dijo que estaba en el hospital, que lo había escuchado en una conversación de hombres. Fue al Hospital Argerich y habló con un medico. Le dijo que estaba internado y en las manos de Dios.
Cuando lo vio, entendió todo. Estaba enfurecida. El gallego vivió unas horas más y murió. 
Ella lloraba mientras iba a su casa, no sabía si lloraba por el gallego o por sus hijos. Llegó a la casa y vació el ropero donde estaba su ropa y la dobló toda y después de una noche insomne la llevó a la caridad.
Volvió a su casa y vio que en el ropero había una caja fuerte o algo parecido. La abrió sin ninguna dificultad. Se asombró por la cantidad de dinero que había allí dentro, además de las monedas de oro. Pensó que tal vez intuyó lo que pasaría y la dejó abierta para huir.
Se tiró sobre la cama y durmió diez horas. Luego se bañó llorando. Susurró "Nunzio".
Se vistió y fue al banco, le dijo al que la atendió que quería vender la casa y también el negocio. 
La operación comercial fue rápida y bien paga. Luego volvió a la casa en un pequeño baúl puso algunas cosas, se vistió normalmente y dejó el resto de su ropa ahí.
Esperó al  comprador y le entregó la llave. Había terminado una parte de su vida. 
Fue a un hotel de categoría, dejó el equipaje se dirigió al puerto. Se le había metido en la cabeza ir a Montevideo, a otro país donde nadie la conociera.

 
El buque saliá temprano a Montevideo. Se embarcó, pudo dormir y a media mañana llegó a la ciudad.
Al llegar se alojó en un lindo hotel, luego fue al Banco, donde había transferido su dinero y pidió asesoramiento para comprar tierras. La cita era para el día siguiente y la iban a pasar a buscar por el hotel.
Comió algo liviano y se acostó en las reposeras del hotel lloró por todo; sabía muy bien que el gallego había muerto por una vendetta y que eso se hacía por algo con fundamento. Pensó en Gaby, su pequeña que había sufrido tanto y en silencio. Le pidió perdón. También lloró por todos sus hijos perdidos. 
Durmió un rato, la vinieron a despertar porque estaba el señor del banco que manejaba las ventas de tierras. Este hombre no entendía muy bien porqué María iba a Montevideo habiendo tanta tierra en Buenos Aires. 
Estuvieron dos días mirando terrenos hasta que se topó con un campo, con una casa pequeña pero hermosa. Se detuvieron allí y desde una casita lateral salió un matrimonio de mediana edad, muy simpáticos y le dijeron que era un tambo que abastecía a gran parte de Montevideo. Pidió ver el tambo y se fijó que todo funcionara bien. 
A María le gustaba el lugar y lo compró. 
El matrimonio de caseros le mostraron  el tambo donde trabajaban quince personas. Maria preguntó quién y cuánto le pagaban a los peones. Ellos contestaron nosotros, entonces dijo que le pasaran los datos para que ella se hiciera cargo a partir de ese momento. Maria estaba exhausta y decidió acostarse, vio las sábanas y ropa de cama aunque todo estaba limpio, decidió comprar todo nuevo. Le dijo a la señora del casero, Hilda, lo que quería hacer.Iban a ir al pueblo juntas, a la mañana siguiente. 
Maria se acostó en la cama y durmió. Tuvo una pesadilla con Gabriela, llevaba puesto un vestido lleno de sangre. Ese sueño se le repitió varias veces. Cada día que pasaba su tristeza se hacía más profunda. La última vez se despertó a las cuatro de la mañana y vio que todos estaban despiertos caminando hacia el tambo. Se levantó y fue hasta allá, se presentó, les dijo que escucharía todo lo que necesitaban para que el tambo funcionara mejor. 
Los peones estaban sorprendidos y quedaron en hacer una lista que le darían a Juan, el esposo de Hilda.
Volvió a la casa y tomó el desayuno que le había preparado la encargada. Después se acostó en una poltrona, Hilda le dio una manta y le dijo que la iba a despertar temprano para ir al pueblo. 
Ya levantada fue con Hilda a Montevideo. Algunas señoras se paraban para saludarla,l a mayoría de estancias cercanas a la suya .Contestó con cortesía pero no dijo nada sobre su vida. Para alegría del dueño de la tienda llevaron muchas sábanas, mantas y ropa de cama. 
De regreso Hilda le había preguntado si iba a cambiar el nombre de la estancia y le dijo que sí, el nombre elegido era "Niña Gabriela".
Pasaron unos días y le  llegaron invitaciones a fiestas y las rechazó a todas. Se refugió en el trabajo del tambo, se levantaba todos los días a las 4 para ir con los peones a trabajar a la par de ellos. 
Participaba en los asados, almorzaba con los caseros, a la noche se tomaba un vaso de leche tibia con whisky.
Un domingo, María se despertó a los gritos por una pesadilla. Hilda fue de inmediato y María sacó de adentro de su alma la verdad de su mudanza, no podía parar de hablar ni de llorar, "mis hijos no sé  nada de ellos, ni donde viven" y siguió murmurando y llorando. La casera estaba conmovida, su esposo estaba más atrás,  ella le sugirió hacer un viaje a Buenos Aires y tratar de localizarlos.

Gabriela había terminado la secundaria y quería ser enfermera. Se presentó en el Hospital Argerich y después de varias evaluaciones la aceptaron. Los médicos jóvenes ya hablaban de su belleza y hacían apuestas sobre quien lograría tener una cita.
Martina ya se había casado y se había ido a vivir a la zona costera de Buenos Aires, en un pueblo con puerto llamado Mar del Plata. La tía había fallecido hacía unos pocos años y Gabriela se quedó viviendo allí. 
Muchas veces antes de dormir imaginaba que un hombre la cautivaría con sus ojos, con un carácter sereno y cariñoso. Ese hombre existía y estaba muy cerca de ella, era el médico jefe de guardia donde estaba Gabriela, se llamaba Piero Barone y sus padres habían venido de Toscana. Enseguida se tomaron cariño porque los dos provenían del mismo lugar. Ambos se sentían atraídos, en el trabajo él no necesitaba darle ninguna orden porque ella ya lo había comprendido. Todos la querían, trataba con mucho cuidado y aprecio a todos los pacientes. A la noche había mucho trabajo sobre todo heridas punzantes. Paolo no había visto suturar tan bien como lo hacía Gabriela. El pensaba mucho en ella, había descubierto cierta tristeza en su mirada, quería saber el motivo, consolarla y abrazarla. Trabajaban mucho y a la par hasta la noche. Paolo la acompañaba hasta su casa, y un día decidió besarla. Gabriela se quedó dura, si bien le gustó, también se asustó pero quedó firme delante de él. Se abrazaron y se despidieron. Gabriela subió feliz, lástima que no tenía a quien contarle, pensó. Casi no durmió esa noche. Tampoco Paolo, quería casarse con ella lo más pronto posible. La amaba. 
Salvador y Mario habían progresado mucho en sus trabajos, Salvador tenía cinco hijos y Mario dos. Estaban siempre en contacto con Gabriela. Por eso ella les presentó a Paolo. Estaban todos contentos. Paolo miraba a los ojos de ella y se preguntaba que la ponía tan triste. Hasta que un día le preguntó directamente. Eso la tomó por sorpresa y se le llenaron de lágrimas los ojos. Le contestó al oído. El la abrazó y le dijo:
-No sé si este es el momento para decirte que te amo.
-Yo también te amo. Y mucho. 
Se comprometieron a la semana siguiente. 
Ambas familias estaban felices. A los 20 días le llegó la noticia a Martina y se puso muy feliz.


María en compañía de Hilda  desembarcó en Buenos Aires una tarde fría de agosto. 
Se registraron en el Hotel Castelar en cuartos separados. María vio cuanto había progresado Buenos Aires, Hilda estaba fascinada, para ella todo era nuevo y hermoso. Fueron a la Confitería del Molino y tomaron té con masas. El primer día María se lo tomó para tratar de relajarse y ambientarse. A la noche Maria pensó en empezar por la casa de la tía, no sabía si aún vivía allí. Durmió entrecortado y vomitó todo lo que había comido. Se sintió  mejor a la tarde y salieron en un taxi a la dirección de la casa de la tía. Tocó  timbre y nada, insistió y salió el casero, le dijo el nombre de la tía.
-Esa señora falleció hace muchos años. 
Los ojos de Maria se oscurecieron.
-Pero vive su sobrina. 
-¿Cómo?
-Le digo que vive su sobrina Gabriela 
Maria casi se desmaya, apenas preguntó:
- ¿A qué hora suele venir?
-Y mire, tarde llega, perdón, ustedes quiénes son?
-Yo soy la madre, dijo Maria. Ella es mi empleada.
El encargado se quedó pensando porque con su esposa pensaban que había muerto. La miró bien y le encontró parecida.
Maria escribió en un papel donde se alojaba, que la quería ver y la esperaba. Se lo dio al portero.
-En cuanto la vea le doy la nota en mano.
-Muy agradecida señor, le dijo Maria casi llorando. 
-Vaya tranquila, doña.
Volvieron al hotel y Maria le dijo a Hilda:
-Yo estoy muy nerviosa, quiero estar sola, anda a comer algo, lo que quieras.
-Gracias señora. 
Y se fue lo más contenta al comedor y cenó abundantemente. 

Gabriela llegó a su casa con Paolo y ni bien puso la llave salió el encargado con la nota.
-La trajo su madre.
Gabriela se puso mal y le dijo a Paolo que se la leyera.
-Dice que está en el Castelar y quiere verte.
-Qué hago.
-Anda Gaby, cerrar las heridas les va a hacer bien a las dos. Te acompaño si quieres 
-Sí, por favor.
 La noche se hizo larga y Gabriela no podía conciliar el sueño, se acordó de la botella de brandy de la tía, y aunque ella nunca había tomado alcohol se sirvió medio vaso.
Durmió. Paolo estaba en la puerta, lo hizo pasar y no se dio cuenta que tenía las piernas al descubierto.
Paolo disfrutó la vista riéndose y le pidió  que se apurara, pues mucho tiempo no iban a tener.
Fueron al hotel y Gabriela preguntó por la habitación. En cinco minutos bajó Maria. Ella la vio grande, mujer y vio al hombre que estaba a su lado  y que lentamente se apartaba.

Las dos quedaron frente a frente y Maria logró decir:
-Perdón hija, por favor.
Se quedaron abrazadas hasta que Gabriela la soltó y le dijo:
-Tenemos que ir a trabajar madre.
-Hija, sólo vine para este momento. 
Gabriela le hizo señas a Paolo que se acercara.
-Él es mi prometido, Paolo.
Ambos se saludaron y se fueron.
Maria se quedó en el hotel hasta que saliera el buque a Montevideo. Se sentía bien.

En el hospital había mucho trabajo,Gabriela no tenía tiempo para pensar en el momento que había pasado con su madre. A la noche cuando Paolo se despidió de ella le dijo que su perdón no le pareció genuino.La besó y se fue.
Gabriela se quedó pensando hasta que se durmió. 
A la mañana Paolo le vio el semblante y confirmó su parecer.
En el descanso del Servicio, Paolo le dio una nota a Gabriela,  era una fecha cercana, en la que él quería casarse. 
Ella se alegró y le dijo que sí  pero quedó opacado el momento por el cansancio de ambos.

Maria ya estaba en su estancia.  Contenta por el encuentro con su hija, Le hubiera gustado ir a su casamiento, pero igual se sentía  feliz. Llamó a Juan:
-Quiero cambiar el nombre de la estancia. Solo "Gabriela "
-Como no, señora, enseguida. 

Al mes,  Gabriela y Paolo se casaron en una ceremonia sencilla donde estuvieron los hermanos de Gabriela. Martina no pudo ir porque estaba embarazada. 
Gabriela usó el vestido que le había hecho la tía años atrás
.
El matrimonio de Gabriela y Paolo fue bendecido por tres varones y dos niñas.
 Ninguna de ellas se llamó María.



María
Mónica Tempesti



 



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