Tu primera eternidad / Juana Bignozzi



#Dos años sin Bignozzi
#Mujer de cierto orden


Aunque me he considerado una sesentista única creo que nunca fui muy del 60. En aquellos años a pesar de que estábamos muy unidos y formábamos parte de un grupo yo no escribía como mis compañeros; no escribía como Eduardo Romano o como Alberto Szpunberg. Yo me creía sesentista por esto de la forma coloquial y no me daba cuenta que mi poesía ofrecía otro corte de la realidad. Nunca fui muy coloquial, ni lo supe hacer. 


No soy una traidora del 60; sólo he tenido otra voz. 




Siempre digo que no me formé tanto con la poesía, sino mas bien con el ensayo, la novela, el análisis sobre lo artístico y los trabajos sobre pintura.

 Con todo esto me acerqué a la poesía. 

Cuando leía a Cesare Pavese ya estaba pautada por todo esto. Me ocurre lo mismo cuando leo a los escritores italianos como Attilio Bertolucci, Giorgio Caproni, Alessandro Parronchi. Los sigo precisamente por su posición ante la poesía, por esa leve distancia que tienen y esa capacidad de país de gran cultura donde ningún poeta se permitiría creerse solo poeta. Cualquier poeta italiano tiene una formación paralela en algo que no está vinculado justamente con la poesía. Eso es típico de un país que permitió un entramado de poesía para que surgieran grandes poetas. Es lo que no tiene España; que es un país de pintores y no de poetas. 


En síntesis he tratado de elaborar una formación que no fuera exclusivamente poética porque no sirve para nada. 

No se puede interpretar la poesía si no se tiene algún otro tipo de formación. 





La militancia me ha formado como persona. No me resigno a no tener militancia. Siempre he sido una militante de base. Desde muy joven supe que no tengo una voz política, que no puedo hacer una poesía del tema político. 

Nunca podré escribir, por ejemplo, como Pablo Neruda, uno de los grandes poetas políticos. 

Ahora bien, considero que hago poesía política porque la mía es una poesía con ideas.

 A veces la militancia en los poetas ocultan una incapacidad de poesía, es como si la militancia autorizara todo lo que escriba el poeta. Y no es así. Lo que me asombra es que haya una militancia poética, algo que no se nos hubiera ocurrido en los 60. Actualmente algunos toman equivocadamente la poesía como si fuera un corpus ideológico. Hoy me parece que los militantes no tenemos mucha opción. Para esta época cabe la siguiente frase: a veces un militante tiene que quedarse en su casa con todo su sufrimiento. 



El estilo es producto de la autocensura. 
Y yo estoy siempre muy pendiente del juicio. El primer libro que no tiene tanta censura es este último, en el que me permito incluir poemas a mi madre, hablar de sentimientos, algunos textos sobre el matrimonio. Yo antes creía que eso te hacía patinar en la cursilería total. Incluso diría que mis primeras versiones siempre fueron muy cursis, largos poemas tipo cartas. Recién después logro escribirlos como los escribiría Juana Bignozzi (risas). Me he pasado la vida pensando “¿qué va a pensar tal?”, “¿qué va a pensar fulano?”. Tengo un superyó terrible, deben ser cien mil personas…



Los peores (poetas lectores) son los de cincuenta y sesenta años. 
Ahí está más concentrada esa idea de la poesía de mujeres, de la sensibilidad, la olla haciendo “chus-chus”… 

Ahí tengo menos repercusión. 
Pero los de menos de cincuenta años, ¿sabés cómo me leen? Me leen con asombro porque estoy viva, en sentido poético. Les asombra que alguien del sesenta puro y duro como yo escriba algo que a ellos les interesa. La prueba para un poeta es si te leen los jóvenes. 

Que te lean los de tu edad y que no te lean los jóvenes, significa que tu primera eternidad está perdida. 

Cuando yo me muera, si no me está leyendo alguien de cuarenta, hay algo ahí que salió mal, que escribí para la nada. 


En los últimos años de tu vida escribís para el vacío.



#Juana Bignozzi
#Entrevistas
#Fuente/  Revistas Generación Abierta /  Los Inrockuptibles










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